La Vida Sencilla .

Llamar al pan el pan y que aparezca
sobre el mantel el pan de cada día;
darle al sudor lo suyo y darle al sueño
y al breve paraíso y al infierno
y al cuerpo y al minuto lo que piden;
reír como el mar ríe, el viento ríe,
sin que la risa suene a vidrios rotos;
beber y en la embriaguez asir la vida,
bailar el baile sin perder el paso,
tocar la mano de un desconocido
en un día de piedra y agonía
y que esa mano tenga la firmeza
que no tuvo la mano del amigo;
probar la soledad sin que el vinagre
haga torcer mi boca, ni repita
mis muecas el espejo, ni el silencio
se erice con los dientes que rechinan:
estas cuatro paredes —papel, yeso,
alfombra rala y foco amarillento—
no son aún el prometido infierno;
que no me duela más aquel deseo,
helado por el miedo, llaga fría,
quemadura de labios no besados:
el agua clara nunca se detiene
y hay frutas que se caen de maduras;
saber partir el pan y repartirlo,
el pan de una verdad común a todos,
verdad de pan que a todos nos sustenta,
por cuya levadura soy un hombre,
un semejante entre mis semejantes;
pelear por la vida de los vivos,
dar la vida a los vivos, a la vida,
y enterrar a los muertos y olvidarlos
como la tierra los olvida: en frutos…
Y que a la hora de mi muerte logre
morir como los hombres y me alcance
el perdón y la vida perdurable
del polvo, de los frutos, y del polvo.

ENVÍO

Tal sobre el muro rotas uñas graban
un nombre, una esperanza, una blasfemia,
sobre el papel, sobre la arena, escribo
estas palabras mal encadenadas.
Entre sus secas sílabas acaso
un día te detengas: pisa el polvo,
esparce la ceniza, sé ligera
como la luz ligera y sin memoria
que brilla en cada hoja, en cada piedra,
dora la tumba y dora la colina

y nada la detiene ni apresura.

Octavio Paz.

Cuanta sabiduría guarda esos refranes populares que dicen; hay que vivir cada día con intensidad como si fuese el último que se nos concede. Saborearla, acariciarla, ser parte de esa restauración diaria, nebulizar el rocío de la mañana, que se filtre por nuestro jadeo en momento de cansacio, que los vagones de momentos difíciles esten cargados con pólvora de ánimo para continuar con cada paso.

Que se altive nuestro rostro, barbilla soberbia en abundancia, para arrebatarle al sol cada rayo poderoso, como cuándo se disputaban el cuerpo de Moisés un famoso arcángel y satanás.

Que las deidades del Olimpo, salgan a la alcoba a presenciar el despertar de un ser humano, que la envídia los carcoma, por cada sujeto que ve un nuevo amanecer.

¡Celebración de la existencia! ¡Celebración de la vida!
¡Que le das a un simple ser formado de barro !

Sea ése el canto resentido de los inmortales que habitan en el nirvana y el averno. Y nosotros los mortales, con irónica mirada, calcinemos en cada suspiro un segundo de vida.

He dicho!!!.