November 26, 2015

Las calles también son nuestras.



El observatorio contra el acoso callejo Guatemala, es una campaña de conciencia sobre una de las tantas pesadillas que vivimos las mujeres en las calles. He leído testimonios de muchas mujeres y en casi todos los relatos se ve el temor de enfrentar la pesadilla de caminar en las calles.

Indiscutiblemente la belleza atrae, es decir, algo que parece agradable es casi imposible voltear a ver y por qué no decirlo, hasta desearlo. No somos de palo y las fantasías se recrean a simple vista. Hasta aquí todo bien. Pero; ¿Qué pasa cuando crees que lo que te gusta te pertenece?. 

Muchas mujeres nos hemos sentido objetos libres de tocar por cualquier hombre, así sea un desconocido. Tal parece que la barrera del respeto no existe cuando se trata de "atracción". Yo, que viví por muchos años en Guatemala, supe lo que era salir a la calle y evitar cualquier foco de atención, como que no se te marcara el calzón sobre la ropa, o protección en los pezones para evitar las miradas cuando estos (por el frío o lo que sea) se marcaban en la blusa. Evitar los escotes y las blusas muy pegadas al cuerpo, porque cualquiera se creía con el derecho de decirte cualquier insulto disfrazado de piropo.

A manera personal cuento unos de los tantos insultos que recibí y me hicieron llorar, defenderme con insultos y en algunos casos quise tener -lo admito- una pistola y matar al tipejo que después de piropearme, me ofendió, porque según él yo tenía que sentirme halagada con semejante afrenta.

Uno de los peores episodios que viví fue una vez que un chavo iba colgando de la puerta del bus y yo iba caminando por la banqueta, me di cuenta que iba a tocarme los pechos y al tratar de cubrirme me dio una patada en el vientre, que por poco y me mata, claro, si a eso le sumamos la velocidad del bus y que todo ocurrió en menos de un minuto.

En ese momento un vecino venía atrás del bus en su carro y vio como quedé tirada y 'doblada' del dolor, en ese momento fuimos a la policía y afortunadamente la policía alcanzó el bus y pude poner cargos para que fuera encarcelado. Pasé algunos meses con dolor y tuve el vientre de color morado/verde por varios días.

La primera vez que alguien 'me tocó' yo solamente tenía 12 años, fue un 31 de Diciembre, entre la locura de las compras me bajé del autobús y antes de darme cuenta un tipo de quizá 20 años, me manoseó a la vista de todo mundo y yo como pude me quité, nadie hizo nada, solo vieron la escena, traté de hacerme la valiente y al cruzarme la calle busqué un lugar solitario para llorar.

En otra ocación, fui a buscar un taxi porque iba tarde para mi casa y quise irme 'segura' cuando le pregunté al taxista cuánto me cobraba para llevarme a la casa me dijo "si te mamo las chiches te llevo gratis",  todos los demás soltaron la carcajada, ese señor me llevaba como 30 años, lo único que se me ocurrió fue decirle que se las mamara a sus hijas, a su madre. Di la vuelta mientras me gritaba toda clase de insultos. Esa vez también lloré.

En una ocación estaba platicando con un amigo y mi hermano, a pesar de eso, unos chavos pasaron y me tocaron, la reacción de mi hermano y mi amigo fue defenderme y los tipos sacaron unos machetes, muchas personas intervinieron y, (gracias a Dios) se fueron.

Y bueno, esto no pasa solo en Guatemala, pasa en todos lados, en algunos lugares, como aquí en Estados Unidos, las mujeres estamos medianamente protegidas por la ley, si somos victimas de acoso podemos llamar al 911 y en minutos puede llegar la policía y dan seguimiento al caso. 

Así, podría contar muchas más escenas de lo que he vivido, contar lo que he escuchado y todo se podría compilar en un libro de terror, eso quizás no lo sepan ustedes los hombres, o quizás sí. No pretendemos competir como mujeres en quién ha sufrido más acoso y violencia. Esto es real y confuso. Si bien algunas mujeres disfrutamos de nuestra sexualidad y del sexo, esto no debería ser aclarado, porque es totalmente diferente a recibir manoseos y violencia de quién no queremos ni conocemos, y lo digo, porque algunos comentarios aparte de justificar el acoso tienen como prioridad culpar a la víctima de buscar la agresión. 

En un mundo tan violento el acoso es tomado como un acto común de deseo justicado, y no, no lo es. ¿Es tan difícil entender que el cuerpo de una mujer no es 'propiedad universal'? 

-Qué huevos!



 

November 01, 2015

Cuando se muere una abuela.




Hace casi un año que mi abuela murió, la noticia me sacó del camino por un buen rato. Hace años hablé de ella en Chisgarabís, y también en Materialización, escribí que ella construyó su casa con sus manos, la casa más pequeña de la aldea, la casa que siempre olía a queso y tortillas recién hechas. Era una casa de adobe y piso de tierra impecable. El patio siempre parecía recién barrido, unas flores, parecidas a las florifundias adornaban el patio, enfrente de la cocina estaba un árbol de morro donde dormía una gallina.
En uno de los cuartos colgaban de unas cuerdas los quesos secos, al fondo un cuarto con una puerta de aproximadamente un metro de alto, ese era el cuarto de mi papá y su hermano, ella se los hizo y como si pensara que nunca iban a crecer les hizo la puerta a su medida. El tiempo pasó y por esa puerta todos entraban agachándose, era un cuarto tibio que ayudaba en esas noches frías de Jalapa. En fin, ese era el reino que yo visitaba en mis vacaciones.

Pasó el tiempo y mi abuela fue a vivir a la capital y siempre estuvo muy cerca de nosotros, las visitas eran un domingo en la casa de ella y otro domingo ella en la casa de nosotros. Cuando la circunstancias me trajeron a Estados Unidos, siempre mantuve comunicación con ella vía Skype, por ejemplo, cuando la veía sonriente sosteniendo el teléfono y queriendo salir de la pantalla para abrazarme.

A sus 60 años su vida había cambiado radicalmente sus hijos se encargaron de darle una vida mejor, de devolver todos esos sacrificios en amor, respeto y una vida en abundancia. Dejó de hacer quesos, cremas y requesón para vivir y pasaba sus últimos años cosiendo, haciendo cobijas con retazos de colores, almohadas para sus nietos y una que otra camisita de manta para sus bisnietos, así llegó mi abuela a sus casi 100 años y tuvo el privilegio de ver hasta la 4ta generación.

Todo parecía estar 'demasiado bien' hasta que sobrevino una caída y mi abuela se fracturó el fémur, de ahí solo le quedaron 15 días de vida, hasta que murió rodeada de sus hijos y nietos. Una muerte que mi papá describió como un suspiro.

A solo dos días de su muerte estuve pidiendo a mis amigos y familiares que por favor oráramos, que por favor enviaran buenas vibras, casi en súplicas pedía que mi abuela no muriera, no era por ella, era por mí, yo no sabía como iba a lidiar con su muerte. Y así fue.

Horas antes de morir me enviaron una foto de ella que hizo que mi corazón se quebrara en pedacitos, como cuando un vidrio recibe el impacto de una piedra, en la tarde recibo la llamada de mi madre y solo pude romper en llanto, mis días se convirtieron en tristeza y dolor. Lloraba incontrolablemente, incansablemente. Quería verla y abrazarla, quería regresar el tiempo y me recriminaba miles de cosas.
Hubo un momento en que quise salir a la calle y gritarle a todos que mi abuela habia muerto, quería parar el mundo y que todos nos detuvieramos a llorar, el egoísmo me rendía y me aislé por unos meses con mi duelo.
Un día mi amiga Denise Phè-Funchalme dijo: "encendí dos velas una para tu abuela y una para vos, la de tu abuela estaba en paz y la tuya lloraba mucho y la llama estaba inquieta, debes dejar de llorar a tu abuela, ella está en paz".

Esa palabras fueron como la voz del papa en un ferviente católico, entendí que todo lo estaba haciendo mal, mis lágrimas no iban a regresar a mi abuela. Estaba utilizando un canal equivocado. Entonces la dejé ir y con ella se me fue la tristeza egoísta y vino la calma.

Entonces en la calma mis altares para ella son simbólicos, como el barrilete de la foto, con las herramientas en las que fluyo utimamente, es decir, hilos, aguja y tela. Un bordado, como dibujo bidimensional que me permite ofrendarle a la vía más antigua que conocí y que hizo posible mi existencia: MI ABUELA.