May 08, 2013

El Circo y el elefante que nunca dio función.


 
Imagen de Google.




A una altura de cinco metros, en el último peldaño de la escalera, de pie, sosteniendo una varilla negra de metal, está una mujer de curvas mal repartidas esperando el turno de caminar por el lazo suspendido.

En aquel tiempo teníamos la ventaja de tener un espacio abierto frente a la colonia, ahí llegaba la fería y se hacían competencias, pero ahora, era el Circo. Una carpa descocida y desteñida -desterrada- apareció una tarde. Dos camiones enormes bultos y palos de madera, uno que otro mono y ni un solo enano. ¿Era realmente un circo?


Ella vestía un leotardo negro con medias blancas y unos zapatos rojos de bailarina, tan brillantes como los de Dorothy. El primer zapato, se sostiene sobre el lazo que por la tensión y el peso hace movimientos nerviosos, muy extraños. Un payaso bastante malhablado aporrea un tambor, que se escucha como el aleteo-ataque de Los Pájaros de Hitchcock.

El circo, fue mi primer experimento (como espectadora) sobre la burla y la maldad. Y para eso tengo que contar una breve historia de los hijos de doña Angustias, tres varones que nacieron sin manos ni pies, pero que caminan, manejan biclecta, fuman y en la colonia les llamábamos "los cusos". Ellos merecen una historia aparte, pero recuerdo esta escena en particular. El momento de los aplausos, ellos cruzaban los brazos mientras sus amigos empuñaban las manos y aplaudían haciéndoles burla, ellos solamente se sonrojaban y reían por no llorar.


El zapato rojo brillante se sostiene y muy pegadito le sigue el otro, centímetros arriba el talón. Firme. Centímetros arriba la rodilla. Firme. Pulgadas arriba la cadera. Firme. Centímetros arriba su extensa barriga de 6 meses de embarazo. Firme. Pulgadas arriba hacia la izquierda, su corazón. Danzando en sístole y diástole al ritmo del aleteo del tambor payaso. Ahora los zapatos rojos cruzan la tercera parte del lazo que ha empezado a tambalear.

Después que instalaron la carpa llegó un camión con un ELEFANTE. Claramente mi madre dijo: No, nadie va al circo, si ese elefante no está "domesticado" los puede atacar. Yo me imaginé bajo las enormes patas del elefante tratando de escapar, mientras la gente corría por salvar su vida. De mis vecinos se podía esperar cualquier cosa, hasta que me dejaran morir cual vil niña de tercero de primaria aplastada. Pero el elefante no era el problema, el problema era un mono esquéletico y bastante feo que amarraron en un palo cerca de la señora que vendía tortillas, ese día infortunado, a mi hermano lo abrazó el mono, mientras él pegaba de gritos boté las tortillas mientras jalaba de un pie a mi pobre hermanito. Al final, mis gritos desesperaron al mono que lo soltó, fue una hazaña quijotesca que tiene como moraleja: nunca subestimen los gritos de una mujer.


El payaso está cometiendo un tremendo error, las alas de Los Pájaros despertaron al individuo de seis meses de gestación que gruño y lanzó un movimiento que en el fútbol se le conoce como panzazo y ha hecho tambalear a la mamá, la varilla de metal se cayó. Los aplausos son muchos, las risas, las porras, los hurras, las porras, las burlas, estornudos, nerviosismo, un pandemónium, enloquecidos. Ella se sigue tambaleando, la firmeza de sus tobillos, desapareció, nunca más, como el cuervo, perdón, los pájaros de hitchcock atacándola, se cae, se cae, se sostiene. ¡¡Uff logró sostenerse...

Mi mamá ordenó que nadie iba al circo, y así fue como lo dijo, pero asi también fue desobedecida. No podía perderme el hecho que había superado por fin, mi temor a los payasos y ahora podía reirme libremente de ellos, ¿con ellos? ¡A chis quién dijo miedo! Hachís, aaachú, cannabis, risas y mas risas. Di, no a las drogas. El circo ofrece el acto de sus artistas, aunque el graderío está formado de artitas subterráneos que se llaman espectadores que pagan por ofrecer el más vil y patético capítulo de sus vidas, protagonistas de la maldad que quieren ver al león degollar, al payaso equivocarse, no van por risas ni a recibir alegría, van a demostrar que la maldad puede esconderse bajo la carpa de la sonrisa y que tienen dinero para pagar un circo de mala muerte que tiene un ELEFANTE.


La mujer se sostiene. A la gente no le gusta, vuelve a ponerse en pie sin la varilla, vé al payaso y le dice que deje de maltratar al tambor, el payaso es sordo, lo hace con más fuerza por fin dos pasos para terminar de cruzar el lazo, la tensión cede, ella no es Dorothy, ella no tiene amigos, ni el león ni el hombre de hojalata, ella está sola, ella se cae, la caída no se puede registrar ni medir como sus los centímetros de su talones. Fue una caída rápida, como las acciones en la bolsa, como el rayo que toca el suelo, ella lo tocó, está desmayada, las risas se apagan, miles de versiones de como se cayó, alguien llama a los bomberos, nunca llegan, se van al centro de salud. No se sabe nada.

El circo y sus focos débiles iluminan la noche. Al otro día no hay función, ni el fin de semana. El lunes la carpa se deshace, regresan los camiones, se llevan los palos de madera, los bultos, los monos, por último el elefante. Y el circo se va, se va, se fue. Nunca regresó. ¿Será?


















No comments: